León
Battista Alberti (2007), arquitecto del Renacimiento, señaló dos
particularidades en la estética de los edificios: la belleza y el ornamento; de
esta manera, sintetizó los dos elementos básicos en la lectura de la obra
arquitectónica. Definió a la “belleza” como la armonía entre las partes, es
decir, las proporciones y relaciones entre los espacios del edificio y como
“ornamento” definió a todo lo agregado que contribuye al mejoramiento de la
belleza. Con mayor o menor fortuna en la coherencia entre las intenciones
espaciales y el gusto ornamental, esos dos aspectos han sido fundamentales a lo
largo de la historia para definir los estilos o lenguajes en que se expresan
las construcciones y han proporcionado las claves para la comprensión de los
significados que transmite la arquitectura2 . 2 Desde ese punto de vista,
también se puede hablar de momentos en los que el ornamento se asocia
estrechamente con la idea espacial formando un todo, como ocurre en las
catedrales góticas y otros momentos, en los que ornamento y espacio parecen
luchar por la preeminencia en la lectura del edificio, enriqueciéndola con la
evidencia de la contradicción, como se puede ver en algunas obras barrocas.
También hay períodos —como en la primera mitad del siglo XX— en que el
ornamento desaparece. El Movimiento Moderno abolió el ornamento y dio prioridad
a la expresión a través de las formas geométricas simples y el lenguaje
reducido. Esa reacción a la ecléctica ornamentación de fines del siglo XIX
(revivals historicistas y Art Nouveau) junto a la búsqueda de nuevas formas a
la luz de las teorías del arte y la percepción de los primeros años del siglo
XX y de la industrialización, produjeron una arquitectura identificable y
fácilmente legible a través de códigos claros y precisos, códigos geométricos,
cuya significación resulta de la evidencia de sus funciones. Piaget (1971)
define como geométricos a los códigos en los que el significante formal se
completa con un único significado; es decir, códigos de lectura única que, en
el caso de la arquitectura conducen al significado a través de la función del
edificio (una escuela, una fábrica, una vivienda, etc.). Umberto Eco (1967), a
su vez, propone que el primer significado de la arquitectura surge de su
función y que “desde el momento en que hay sociedad, todo uso (o función) se
convierte en signo de ese uso”. Ambas definiciones confirman la validez de la
arquitectura moderna, de formas puras, códigos precisos y ausencia de
ornamentos.
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